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La purga de los pecadores. El terror de la zona roja

por Romanela Manuele y Nahiara Carrera

Es increíble cómo un grupo de personas puede hacer que tu vida cambie solo en cuestión de segundos. Nunca creí en el karma hasta que este relato llegó a mis manos

Prólogo
 

Este caso de homofobia, a pesar de ser lejano, se ve más presente en la sociedad argentina de lo que parece. Este tipo de hechos muchas veces son invisibilizados por los medios o mismo por la sociedad, ya que todos creen que ha habido un avance en la forma de pensar de las personas pero la cantidad de ataques, discriminaciones o hasta banalización de estos grupos nos demuestran lo contrario. Hay que dar mayor importancia a la aceptación de la variedad sexual, no queremos ser parte de esta invisibilización, queremos darle su debido lugar y visibilizarlo hasta que la sociedad termine de dar ese paso y ya no sea motivo de incomodidad.
 
Capítulo 1
José Roberto Díaz 


Era un muchacho de tan solo dieciocho años. Era activista hace ya años de una asociación LGBTIQ+ llamada “Trabajando Unidos por Huehuetenango”, apoyando a la comunidad luego de unos años de haber salido del closet tanto con su familia y amigos como con el mundo. Trabajaba como estilista en su ciudad natal en San Miguel Petapa, municipio del departamento de Guatemala. En 2014 ya no residía en la ciudad capital, sino que vivía en un lugar llamado la “Zona Roja”, llamado así por el grado de violencia que había en las calles. 
Probablemente haya sido un muchacho generoso y con ganas de ayudar a la gente, un chico feliz, pero nada de esto importaría esa mañana a las 11:20 cuando fue hallado sin vida en un descampado a tan solo unos metros de su casa. 
Jose Díaz tenía dos hermanas pequeñas, Rosa María de cinco años y Carla Valentina de tres. Vivían con la madre Sonia Díaz, en Huehuetenango, luego de haber sido abandonados por el padre, José Enrique Fontanarrosa. 
El pasado 25 de enero del 2019 en su cumpleaños, confesaba su orientación sexual, siendo no tan bien recibida por sus familiares, quienes lo obligaron a aceptar ayuda psicológica. Luego de unos meses lograron empatizar con su situación y aceptarlo.
Era homosexual y le interesaba el transformismo, lo que hoy llamaríamos “Drag Queen”, habiendo ganado hasta tres títulos en diferentes concursos  por realizar esta práctica, “Miss Teen Huehuetenango”,“Reina de Reinas Nacional Quetzaltenango” y “Miss Queen World Quetzaltenango”, donde jugaba el papel de “Alessandra Villamizar”. Pasaba meses ahorrando para comprar sus maquillajes y vestimenta, guardaba el dinero que le daba la madre para comer en la escuela y lo que recaudaba lo utilizaba para comprar todos sus materiales. Su aspiración más grande era tener su propio salón de belleza, lo apasionaba maquillar, pasaba horas aprendiendo y practicando con su madre y amigos.
“Deme tiempo papasíto, le voy a comprar sus muebles poco a poco. Usted va a ser dueño de su salón” dijo su madre, sin saber que su hijo no llegaría a cumplir su sueño. 
El caso de Díaz no era un caso aislado, había alrededor de cinco ataques reportados por homofobia en los últimos dos meses. Por alguna razón todos sin resolver, a pesar de que todos tenían una marca tallada en sus pechos. Un dieciocho, dato que en la investigación va a tomar mayor importancia cuando comience mi propio seguimiento del caso. Ni el Instituto de Ciencias Forenses ni el Ministerio Público dan causas o razones, “no se sabe la razón de muerte”. La investigación la está llevando a cabo la fiscalía de Distrito Huehuetenango y en la Procuraduría de los Derechos Humanos se abrió un expediente para darle seguimiento al caso y recabar datos.  
Pero hay un dato que no es menor, en Guatemala es muy común el crimen de odio o crimen por discriminación LGBTIQ+ ya que no existe la pena por estos delitos. Toda agresión es tapada o justificada por un Estado que afirma que los mismos no existen. Tan solo en dos regiones es penado este crimen (El Salvador y Costa Rica), entonces en cualquiera de estos crímenes no solo es culpable el asesino, sino el Estado.  


Capítulo 2
Carrera de Investigación 


Pasan días, semanas, meses y no hay ningún dato nuevo en esta investigación a pesar de que los amigos y familia de Díaz no pegan un ojo en toda la noche.
El veintitrés de abril a las 12:33 de la tarde se reportaron dos nuevos asesinatos en la Zona Roja. Las víctimas tenían diecisiete y dieciocho años, Luis Alejo Chavez y Angel Gabriel Suárez, eran novios hacia ya dos años, habían salido a comprar tacos al remolque que estaba a 500mts de la casa de Suárez, pero nunca llegaron a su destino. Ambos tenían marcas en todo su cuerpo, fueron apuñalados cinco veces en el estómago y tenían talladas las palabras “morro, puto y asco”. La última marca estaba en la frente, y sería la más importante, un dieciocho. 
Había pistas y datos que no llegaban a nada, pero los ataques en manada era lo más evidente. Posiblemente dieciocho muchachos que no tenían la fuerza suficiente ni el valor para asesinar en solitario, se reunían durante la mañana (ya que era el rango horario de sus ataques) a pasear por La Zona Roja, en busca de nuevas víctimas. Otra coincidencia era que ninguna de las víctimas era heterosexual o mujer, tenían un tipo de víctima, hombres homosexuales, y por el momento nunca mayores de dieciocho años. 
Estuve semanas  hablando con la familia de las víctimas, intentando recabar la mayor cantidad de datos posible, y me fui a encontrar con algo tan simple e importante como el lugar en donde estudiaban. Seis de las últimas diez víctimas iban al “Liceo de Arte y Comunicación” de Huehuetenango, un dato que era imposible que un investigador que quería llegar a algo con su investigación no hubiera notado.
Las familias de las víctimas encontraron otra similitud en las historias de sus hijos, el acoso escolar. Estos muchachos eran acosados, golpeados y denigrados todos los días por chicos mayores, según la madre de Díaz “por un grupo del curso sexto D”. 
Iba a ser realmente difícil obtener información ya que es una institución privada y podría haber menores en el medio, acá es donde mi  papel comienza a ser secundario e interfiere el mejor amigo de Díaz, Guadalupe Jorge Páez. A diario nos traía nuevos datos sobre los integrantes de este curso. Eran veintisiete, en su mayoría hombres, lo que hacía que cada vez la mirada se apuntará más en ellos. 
Los días pasaban y no había notificaciones sobre nuevas muertes, pero los rumores seguían llegando y eran incontrolables. Paez cada día se acercaba más al curso sexto D y al final de la cursada nos reuniamos a sacar teorías sobre lo sucedido. En unos días habría una fiesta en la casa de uno de los alumnos “Carlos Manuel Bolaños”, cumplía dieciocho. En el curso tan solo diez de los alumnos eran mayores de edad, lo que destruye con mi teoría de que esa marca era la cantidad de los asesinos.
-No tenemos cantidad, no tenemos características, no hay nada- dijo Páez.
- Tenemos sospechosos y un posible horario de ataque, también sabemos la zona- dijo la madre de Díaz.
- Pero eso no significa que tengamos a los asesinos.- dijo Páez. 


Capítulo 3
La última noche


Esa noche Páez iba a ir a la fiesta que había organizado Bolaños, era la ocasión perfecta para hablar con su grupo de amigos y descartar sospechosos. Páez era un muchacho decidido, siempre fue muy fiel a sus amistades, posiblemente valores que ha adquirido de su familia, quienes siempre fueron muy empáticos y  lo apoyaron con su orientación y sus decisiones. Él no había hecho pública su “salida del closet” pero muchos de sus amigos más íntimos lo sabían, aún era muy inseguro con lo que pudieran creer de él. 
Unas horas más tarde, Páez ya estaba en la fiesta, sorprendentemente no era tan mala la relación que había formado con este grupo de chicos, habían hablado unos meses y ya se había ganado su confianza. No había tantas personas, parecía una simple reunión, o eso era lo que Paez creía. La noche comenzó tranquila, había chistes, alcohol y un par de drogas de las que Páez nunca había oído hablar, pero a pesar de esto, había tensión en el ambiente, sentía  que lo estaban observando constantemente.  Él sentía miedo pero sabía que estaba resguardado con tan solo apretar un botón, estaba preparado para todo.
A las pocas horas todo comenzó a tornarse aún más tenso, el aire se sentía pesado y Páez sentía que cada vez había más silencio y miradas sobre él, se dieron cuenta de lo que sucedía y comenzaron a arrinconarlo, se le acercaban, lo tocaban, se reían  y hacían comentarios fuera de lugar sobre él y su cuerpo. Todo comenzó a irse de control cuando comenzaron a empujarlo y nalguearlo, pero él no reaccionó, esta situación se le iba cada vez más de las manos y no estaba seguro de qué llegaría a pasar, comenzaron a golpearlo y a empujarlo, cada vez más fuerte. Logró reaccionar a tiempo y apretar el botón de pánico, que llamaba automáticamente a la policía.
La policía tardó en llegar y él resultó gravemente herido, fueron veinte minutos eternos en donde creyó que se reencontraría con Díaz. Logró sobrevivir.


Capítulo 4
Cada uno en su lugar


Cuando la policía irrumpió en la fiesta descubrieron que estaban bajo el efecto de drogas, los atraparon in fraganti. En la revisión, encontraron navajas, piedras, marcadores indelebles y un cuchillo pelador, armas blancas preparadas para efectuar otro asesinato. En ese momento la policía se dirigió hacia los asesinos para arrestarlos, once adolescentes que se llevan consigo vidas inocentes tan solo por su orientación sexual.


Epílogo


Cuando se comenzó a procesar el caso, se descubrió que la investigadora a cargo del mismo era efectivamente la madre de uno de los asesinos, José María Torres. Hoy en día cumplen condena juntos ya que con el pasar de los interrogatorios se descubrió que ella era conocedora de esta situación pero la ocultaba para proteger a su hijo.   
Once muchachos que acababan con la vida de adolescentes homosexuales, como si fuese un sacrificio, una “purga de pecadores” como dijeron durante el interrogatorio, intentando justificar sus actos. Mientras hablaba con Bolaños, logré destapar una incógnita que no me cerraba por ningún lado... ¿Qué significaba el dieciocho tallado en todos los cuerpos? Era una insignia, cada vez que uno de estos jóvenes cumpla dieciocho, recorrían las calles en busca de muchachos homosexuales o hasta de parejas y los sacrificaban a modo de festejo, como si sus vidas no valieran nada. 
En Guatemala, cada dos días una persona LGBTIQ+ es víctima de un crimen de odio. Este tipo de crimen es causado por el desprecio hacia una persona con orientación sexual, identidad de género, religión o etnia distinto. Se ha confirmado que la mayor parte de las denuncias entre 2016 y 2018 son causadas por este tipo de delito, incluyendo amenazas, agresiones físicas y violencia sexual. 
Este tipo de delito al día de hoy sigue sin tener una pena entonces estos delitos terminan en impunidad para el agresor. En abril del 2017 la diputada Sandra Morán presentó una iniciativa de ley para reformar el código penal e integrar los delitos de discriminación y crímenes de odio, pero esta propuesta no fue aprobada por el Congreso. Al día de hoy la diputada sigue luchando por la aprobación de su reforma.
De acuerdo con un informe realizado por OASIS, organización guatemalteca que se dedica a la promoción y protección de los derechos humanos de las Comunidades de Diversidad Sexual y de Género y personas con VIH, en 2017 el INACIF reportó 232 muertes violentas (muerte por estrangulamiento, decapitación, u otras formas de desmembramiento corporal). 

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