
Encuarentenados y a corazón abierto
Cuando la realidad supera la ficción
Labuelo. Relato sobre un inmigrante italiano
por Francisco Cuello
Prólogo
La llegada de los inmigrantes cambió la historia de nuestro país a partir del siglo XIX. Se destacó la comunidad italiana ya que, aproximadamente, el 55% de los argentinos son descendientes total o parcialmente de italianos. Es por esto que la cultura argentina tiene una enorme influencia de la cultura italiana. El lenguaje, las costumbres, los gustos, las tradiciones, llevan sus huellas. En 1870 comienza a notarse el gran flujo de inmigrantes. Esto comienza debido a que, a finales del Siglo XIX, Europa sufre una fuerte depresión económica, por lo que algunos países quedan devastados, principalmente la gente que vivía en la zona rural y las personas con bajos recursos, sumado la primera y la segunda Guerra Mundial. Luego de todo esto, Europa queda en peores condiciones que anteriormente tanto social como económicamente, por lo que la inmigración en estos periodos aumentó considerablemente, hasta 1955, aproximadamente.
Este es el contexto en el que parte de la Familia Vitaliti llega en 1951 después de un mes de viaje en barco a nuestro país, Argentina, dejando a la querida Sicilia detrás. Francisco es el mayor de dos hermanos de dicha familia, y es además mi abuelo (“Labuelo”, así le decía cuando era chico).
Francisco Vitaliti tiene 80 años y vive en la actualidad, tranquilamente en su casa de Parque Avellaneda con su esposa y una de sus dos hijas. La otra vive a dos cuadras de su casa con su marido y sus dos hijos. Es italiano y en los casi 70 años que vivió en Argentina, nunca se nacionalizó. Transita sus días de jubilado relativamente en paz. Hizo bastantes cosas mal en toda su vida, pero ya es tarde para arrepentirse. Es un señor mayor con un gran sentido del humor, aunque tiene algunas actitudes hostiles, pero no agresivas. Es bastante inexpresivo, no es habitual en él demostrar algún tipo de afecto, más que con pequeñas acciones o gestos faciales, sobre todo esto último. Suele ser muy respetuoso, aunque alguna que otra vez en algún momento de su juventud entró al teatro sin una entrada o abusó de su edad para colarse y ponerse primero en la fila para renovar su licencia de conducir, pero estas situaciones nunca se van a confirmar. O sí.
Disfruta de la compañía de sus nietos, se divierte con el menor que apenas está empezando a hablar y con el mayor conversa bastante, se ríe y comparte el tiempo, raramente responde las preguntas, a veces parece que desoyera a los demás y siguiera encerrado en sus conversaciones o silencios.
Todas las tardes toma mate debajo de la palta de su jardín. Pero ese día ocurrió algo inusual. Mientras la radio encendida habla para nadie, Francisco piensa con la mirada perdida cuando dejó su país...
Vino de Italia para Argentina con 10 años. Como todo chico tenía sus amistades en su pueblo, que era muy tranquilo, y tenía 3,4 amigos, con los que cruzaban el campo, saltando tranqueras y robando frutas. A 8km estaba el Mar Mediterráneo; se pasaban todo el día en el mar, y a la tarde volvían.
Sus padres quisieron venir para Argentina debido a la situación en la que estaba Europa después de la guerra, había mucha pobreza y mucha miseria. Desde su país veían a Argentina como un lugar de abundancia y de riqueza, y terminaron viniendo.
En el momento de partir de su pueblo natal, comenzó a extrañar a todos sus amigos. Viajaron de Sicilia a Génova, pararon en Nápoles, también en Roma, aunque solo le quedan vagos recuerdos de esos momentos.
Estando en el barco cumplió 11 años. El viaje duró 1 mes exacto; desde el 20 de enero de 1951 hasta el 20 de febrero del mismo año, Francisco cumple el 29 de enero. El barco en donde viajaban era carguero y pasajero. Todas las mujeres viajaban en una sala gigante con cuchetas de 3 pisos, e igualmente los hombres. Los niños viajaban con sus madres, él y su hermana viajaron con su mamá. Como el barco aparte de pasajero era carguero pararon en bastantes puertos y quedaron varados algunos días hasta que el barco terminaba de descargar en el lugar. Ese fue el principal motivo por el que el viaje duró un mes hasta llegar a Argentina. El primer lugar donde descargaron fue en Marsella, Francia. Luego en Dakar, capital de Senegal. Se acordó de algo particular, que en ese momento se tomaba como algo habitual e incluso gracioso, y era que la gente tiraba monedas desde el barco, y los senegaleses se tiraban al mar para recogerlas, mirá lo que era...
La tercera parada fue en Brasil, en Santos o en Río de Janeiro, no se acuerda muy bien. Y finalmente, antes de desembarcar pararon en Montevideo, Uruguay. A lo largo del viaje, Francisco trabajó de mozo en el bar de la nave, aunque realmente de eso tampoco se acuerda mucho. Y después de un mes llegaron a Argentina. Se fueron a vivir algunos meses a la casa del tío de su mamá en el barrio de Liniers hasta que este último, que fue la persona que los ayudó a llegar a Argentina, construyó un complejo con departamentos y les prestó uno, en el que vivieron unos años hasta que el papá de Francisco tuvo el dinero suficiente como para construir una casa en el barrio de Mataderos.
Los años fueron pasando, se fue adaptando, sobre todo con el idioma, que lo aprendió fácilmente en 6 o 7 meses. Es curioso, ya que a Francisco se le notaba el acento italiano los primeros años de vivir en Argentina. Luego en su adultez y vejez, nunca se le escapaba ni siquiera una pronunciación o una tonalidad de su país de nacimiento. Aunque se sabe que todavía se acuerda de su lengua madre al enseñarle algunas palabras fuera de tono a su nieto mayor, cuando este todavía estaba en la niñez. Retomando, fue a una nueva escuela, tuvo compañeros nuevos, especialmente había un compañero que vivía a la vuelta de la casa, él y su familia eran buena gente y siempre lo trataban bien. Se le escapa una sonrisa. Recuerda cuando iba a su casa a hacer los deberes, a merendar, y todo eso.
Fue creciendo, y a eso de los 30 años se mudó al barrio de Parque Avellaneda, donde vive actualmente.
Por momentos extraña su pueblo natal, pero no quiere volver. Él es actualmente el Vitaliti más chico de Argentina (después de sus 2 hijas). Si bien Francisco tenía una hermana menor viviendo también en Argentina, falleció hace algunos años a causa de un Cáncer. Y en Italia no sabe en realidad, ya que dejó todo para venir con la familia más cercana a Argentina. Nunca quiso volver, aunque tuvo reiteradas oportunidades de volver. De volver...
Y así pasan sus horas de la tarde hasta que guarda sus recuerdos cansados y melancólicos.
Se hace la noche. Con una nostalgia incipiente, Francisco vuelve a entrar a su casa. Hace mucho no se siente así. Se sienta en el sillón, prende la tele.
Se le cae una lágrima.